viernes, 19 de septiembre de 2014

La trama mediática del feminicidio de Melina: de la pedagogía de la crueldad a la muerte moral de la víctima

Por María Belén Rosales, Coordinadora del Observatorio de medios, Laboratorio de Comunicación y Género (Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata)

Morbo, juventudes desbordadas, promiscuidad, drogas, rebeldía. El caso del feminicidio de Melina Romero estalló en la escena mediática rutinizando  -en las páginas de la prensa gráfica, las pantallas de los programas televisivos y las transmisiones radiales-  el sexismo automático, la peligrosidad de la juventud y  la criminalización de clase como los pilares de las matrices ideológicas que sustentan y permean los argumentos en el abordaje del asesinato de esta joven desaparecida desde la madrugada del 24 de agosto. Según las crónicas, tras festejar su cumpleaños en un boliche de San Martín y luego de dos o tres días de sometimiento sexual, fue asesinada a golpes, su cuerpo envuelto en bolsas y luego descartado, probablemente en un arroyo. 
En un breve repaso de los hechos, desde ese día agentes de gendarmería iniciaron múltiples rastrillajes para encontrar el cuerpo de Melina en tanto se sucedían las noticias sobre las declaraciones judiciales de los jóvenes que la vieron por última vez con vida. El martes 16 de septiembre se presentó a  una joven de 17 años  quien aseguró que fue parte de una fiesta sexual, donde a Melina Romero la mataron a golpes. Según la explicación de la testigo, a Melina la mataron la mañana del lunes cuando intentó irse de la casa donde estaba privada de su libertad, tras la negativa de los que allí se encontraban.  En tanto, hoy Elías Fernández, un joven de 18 años apodado "Narigón", fue detenido como el quinto sospechoso apresado en el marco de la causa que investiga la desaparición de la joven.
Mas allá de la cronología del proceso judicial, vale resaltar que hasta el momento la hipótesis que cristalizan los medios se orienta a que el feminicidio fue cometido por un grupo de varones tras la negativa de Melina a tener relaciones sexuales con el conjunto.
En tanto,   Melina como eminente “protagonista” del relato de su propio asesinato y presunta violación, pareciera cobrar vida en las narrativas mediáticas que dibujan el perfil social, psicológico, sexual, moral y la trama familiar, de quien es una víctima doblemente amordazada.
El 13 de septiembre  el diario Clarín publicó un perfil de Melina  titulado: “Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria”. *
Pero hubo más, las líneas siguientes  disparaban sin mesura que  “La vida de Melina Romero, de 17 años, no tiene rumbo”. El perfil es delineado con precisión, la narrativa biográfica arroja que “nunca trabajó”, “más de una vez se peleó en la casa y desapareció varios días”; “se levantaba todos los días al mediodía”; “iba a la plaza y se quedaba con amigos hasta la madrugada”; “se hizo cuatro piercings”; “le gustan las redes sociales, y tiene cinco perfiles de Facebook”; “nunca dice en qué anda”; “tiene amigos mayores”, entre otros datos retomados de fuentes de familiares directos.
Ciudadanxs y organizaciones sociales se expresaron y viralizaron al día siguiente el repudio a este modo de abordaje mediático del caso a través de las redes sociales y la Legislatura aprobó en sesión una declaración de preocupación ante el tratamiento “revictimizante”. Según expresa el proyecto de la diputada Claudia Neira (Frente para la Victoria), “se ha hecho eje en el perfil de la víctima, vulnerando su derecho a la privacidad, desatendiendo las recomendaciones establecidas por la Convención sobre los Derechos del Niño. En vez de condenar enérgicamente un crimen contra una mujer, nos perdemos en un limbo moral donde se hace foco en la víctima, no nos parece ético conocer los pormenores de la intimidad de una víctima, que además es menor de edad”, expresó la legisladora.
Más allá de estos repudios y algunas las denuncias, Melina vuelve a ser víctima de la trama que sustenta el “se lo buscó” por las dos vías de infracción a la norma sexual del patriarcado y por el binarismo del cual casi ninguna otra víctima de violencia de género pareciera poder escapar: “frígida” o “rapidita”, “santa” o “puta”, “monja” o “fiestera”. Es la estructura jerárquica de género por al cual el(los) varón(es) debe(n) reconducirse a la posición de hombre por las buenas o por las malas.
Porque como refiere la antropóloga Rita Segato la violación es un acto hecho en sociedad, comunicativo, es un acto altamente comprensible y que está en el imaginario de todos. La masculinidad es un paquete de potencias (sexual, económica, bélica, política, intelectual, moral), que deben llenarse o sustituirse unas con otras. Cuando ninguna de estas potencias legales funcionan se extrae de la función femenina ese tributo (violación) por las buenas o por las malas que reconoce al hombre por su paquete de potencias. Es necesario exhibirlas a los otros hombres para poder participar de su estatus, de su grupo de su cofradia, de su hermandad.
En cualquier sociedad ser hombre significa titularse hombre, significa el reconocimiento de los otros pares como una “hermandad imaginaria” cuyos esquemas de percepción y acción, el umbral compartido de valores morales se asientan en la estructura jerárquica patriarcal y sus pilares: sexismo, crueldad, conquista y rapiña de territorios (geográficos y cuerpos de mujeres), acceso falocéntrico para el dominio de las voluntades inferiorizadas. Todos estos, son elementos que componen el engranaje de la estructura jerárquica simbólica que disciplina cuerpos, existenciarios y saberes, e impone ese “deber ser” nomenclado por el patriarcado como conjunto de valores, normas y pràcticas que orientan los modos de distribución social del poder.
A pesar de las tranformaciones sociales y culturales, de las luchas històricas de los movimientos sociales por la conquista de derechos, de las proclamas públicas, y los avances normativos como la Ley 26.845 sobre Violencia contra las Mujeres donde se instituye a la Violencia Mediática como una de las modalidades de la misma, el ella “se la buscó”,  la intimidad de Melina expuesta con brutalidad en los escaparates mediáticos aparecen ya no solo como estrategia deshumanizante de mercado para tener la nota amarillista y la primicia para ser vendida “como pan caliente”, sino como arma fulminante de estigmatización disciplinante de ese ser considerado “No ser”.
En la cobertura mediática del feminicidio de Melina el escarnio sobre la víctima y la moralización, juegan a un juego esquizofrénico junto a la invisibilizacion porque la mirada lejos de estar dirigida a los procesos y a las relaciones de dominio, desamparo, vulnerabilidad y exclusión, que provocan las violencias (patriarcales, feminicidas, simbólicas, económicas, sexuales, institucionales, etc)  las invisibilizan para dar protagonismo a la los datos y detalles escandalosos que aseguran la venta en el mercado.
Es desde la simbolicidad de lo cultural, de la comunicación y la cultura  donde es posible activar nuevos imaginarios del cambio. Lo simbólico-cultural condensa todo lo que desborda las lógicas de ordenamiento y regulación de lo social: imágenes, fantasías, discursos, subjetividad, identidad, lenguajes.
El  tratamiento mediático del feminicidio de Melina, como de tantos otros,  ha cristalizado la crueldad del exterminio ya no de la materialidad del cuerpo, sino de la muerte simbólica y moral a la que  someten a la víctima  las lógicas de mercado y las ideologías patriarcales.
Los medios de comunicación, en sus distintos formatos y dispositivos, actúan en relación con la producción de sentido común para volverlo mapa hegemónico de la representación del mundo, por tanto, periodistas y comunicadores,  tenemos una responsabilidad insoslayable e impostergable en la revisión y transformación de la cultura de la impunidad y complicidad que rodea los crímenes mediatizados y no mediatizados así como  la desnaturalización de las violencias cotidianas. De allí la importancia de profundizar en la reflexión crítica en torno a género y la responsabilidad ética de nuestra labor tanto en la formación como en el ejercicio de la profesión como comunicadores y comunicadoras sociales comprometidos con la transformación social.


* Clarín, El 13 de septiembre  de 2014: “Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria”.  Fuente: http://www.clarin.com/policiales/fanatica-boliches-abandono-secundaria_0_1211279038.html

viernes, 7 de marzo de 2014

8 de marzo: negociaciones en torno al Día Internacional de la Mujer

[*] María Florencia Actis.
El día Internacional de la mujer ha devenido en una oportunidad más del patriarcado para mercantilizar nuestros derechos.  Marzo se conoce como “el mes de la mujer”, en el cual distintos comercios y marcas ofertan sus productos de belleza, indumentaria “femenina” y electrodomésticos  hogareños, con importantes descuentos y promociones. También se presenta como una instancia en que varones agasajan con cenas,  flores, chocolates y piropos a “sus mujeres”.  
En este sentido, la crítica a este proceso de banalización y vaciamiento de sentido político (pero establecimiento de otros sentidos) del 8 de marzo, está relacionada con varias cuestiones, de las cuales mencionaremos sólo algunas. En primer lugar, se conmemora este día, porque a principios de siglo en Europa, más precisamente en 1910 en la capital danesa de Copenhague, la militante comunista Clara Zetkin, propuso declarar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora en una conferencia integrada por más de cien mujeres, provenientes de diecisiete países; moción aceptada por unanimidad con el objetivo de visibilizar las condiciones de inequidad en que trabajaban las mujeres respecto de los varones, y la restricción para ellas de la esfera política tradicional. En el período previo al inicio de la Primera Guerra Mundial, las mujeres se organizaban en reclamo de paz y  de una mejor calidad de vida, la mayoría de las veces, de manera “ofensiva”, tomando la voz y las calles. El 8 de marzo, desde sus albores, se erigió como un escenario de lucha, donde la mujer por diferentes causas, ya sea en defensa de sus propios derechos, o en exigencia de una vida digna para sus hijos/as y esposos, se han convertido en sujetxs protagonistas de la historia.
El 8 de marzo comercial, es regresivo en cuanto retrata el estereotipo de una mujer eróticamente dependiente del deseo masculino y el mandato de la hiper-feminización; dependencia en sentido existencial, una ser para otrxs. Regresión porque la actualidad ha desdibujado el rol de mujer pública y empoderada que caracterizó a las mujeres de la Europa socialista; privilegiando una postal de mujer focalizada en la imagen personal,  emplazada en lo público (no en igualdad de términos que la población considerada masculina), pero también arraigada en “lo doméstico y familiar”.
Otro aspecto relevante y pertinente es la discusión en torno al tratamiento por separado de “los temas de mujeres o de género”. Son varias las posturas. Están quienes entienden como una práctica discriminatoria (positiva) el hecho de que exista un día de la mujer, al igual que existe un suplemento de mujer o género apartado del cuerpo del diario, o una especialista en género dentro de los programas de televisión que generalmente son mujeres hablando de mujeres y para mujeres. En otra perspectiva, están quienes consideran que ciertos espacios emergentes dentro de la academia, los medios, las políticas públicas centrados en el género como problema de gestión del poder,  reflejan un avance social, y legitiman debates, antes pormenorizadas.
Consideramos que, de antemano, cualquier posición –a favor o en contra-, puede resultar sesgada, ya que la existencia por sí sola de un área “de género” en cualquier instancia social, no define su carácter transformador o reproductor del sistema vigente.  Para evaluar el impacto de un mensaje o de una práctica social que posicione al género como un tema de borde, es necesario indagar su direccionalidad política, sus condiciones de producción, el producto en sí y las distintas apropiaciones del mismo.
Además, es fundamental leerlo en clave política, por tanto estratégica, comprendiendo la política como una lucha permanente y a la vez, móvil, por la denominación de lo real. Un taller en el barrio “para mujeres”, puede pecar de sexista en primera instancia, pero será el momento adecuado, para  desanudar junto a ellas, en un ámbito de mayor confidencialidad, manifestaciones de la violencia de género, que tenemos muchas veces rutinizadas, para después abrir la problemática a la comunidad. El Encuentro Nacional de Mujeres también es sometido a cuestionamientos semejantes, por su “matrícula” cerrada y exclusiva a (bio?) mujeres.
A pesar de estos interrogantes, constructivos para seguir pensado las relaciones de género y las estrategias para pensarlas colectivamente, depende de nosotras “aprovechar” el Día Internacional de la Mujer  para denunciar, los pequeñas y grandes, mecanismos de opresión que sufrimos por elegir una identidad femenina, o bien, por ser vistas socialmente como mujeres, desde el lente de la heteronorma. Aunque el día de las mujeres (y de todas las personas) sea todos los días, no se puede ignorar la carga celebratoria que para muchas mujeres conlleva esta fecha. El movimiento de mujeres, en su diversidad, debe disputar sentido transversalmente, en todos los frentes, y el 8 de marzo, no está exento.
[*] Centro de Comunicación y Género, FPyCS, UNLP.

A siete años del feminicidio de Sandra Ayala Gamboa

*Por María Florencia Actis.
Sandra Ayala Gamboa llegó a la Argentina el 28 de octubre del 2006 para estudiar medicina en La Plata. El 16 de febrero del 2007, fue a una entrevista de trabajo y nunca volvió a su casa. Una semana después la encontraron violada y asesinada en Rentas - Archivo del Ministerio de Economía (actual ARBA). En octubre de 2012, se inició el juicio de la causa, y en noviembre se dio a conocer una sentencia, insuficiente teniendo en cuenta las expectativas tanto de su madre, Nelly, como de las propias organizaciones y colectivos/as que la acompañaron desde los primeros meses.
Dicha sentencia, emitida por el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 5 de La Plata, condenó a Diego José Cadícamo, único imputado por el asesinato de Sandra, a 21 años de prisión, y por la violación de 7 mujeres más, en algunos casos, inmigrantes como Sandra, y menores de edad. No obstante, más allá de la autoría material del hecho, faltó esclarecer, puntualizar y juzgar a otros actores responsables y cómplices, precisamente por tratarse de un crimen acaecido en un edificio del Estado Provincial. El abogado defensor de la familia Gamboa había solicitado ampliar  la causa para investigar a quienes ingresaron al lugar durante los días que tardaron en encontrar el cadáver de Sandra.
A 7 años del feminicidio, a raíz del carácter express del juicio y parcial de la sentencia, perdura la sensación de impunidad e indignación ya que la causa no aborda un femicidio más, sino que agrega un componente de complejidad y gravedad por involucrar al Estado de la provincia.
A partir de la particularidad de la implicancia estatal- por acción u omisión-, podríamos re-encuadrar el asesinato en la carátula, de mayor connotación política, de feminicidio. A diferencia del concepto de femicidio, que presume un victimario concreto, feminicidio remite a otra escala de responsabilidades, y denuncia la inactividad, el incumplimiento, la negligencia y el silenciamiento de las autoridades competentes, y el desconocimiento a convenciones internacionales, en el caso de Argentina, a la ley nacional 26. 485, de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.
También se considera feminicidio cuando el Estado no da garantías a las mujeres y no crea condiciones de seguridad para sus vidas ya sea en el hogar, en el lugar de trabajo, de ocio, en el marco de cualquier institución estatal o en la vía pública.
Un claro indicativo dentro del expediente de Sandra, es la inacción y lentitud a la hora de realizar las diligencias necesarias por parte del personal policial de la Comisaría  1° de la ciudad, donde se radicaron las denuncias de sus familiares, luego de la desaparición de la joven y hasta el día en que hallaron su cuerpo. Esta situación fue sometida a investigación, gracias al pedido del abogado defensor, bajo el presunto “ilícito de acción pública”.  
Una de las consignas que nuclea las movilizaciones actuales por Sandra, es el repudio a la apertura del edifico como oficinas, y la recuperación del mismo para asistencia a víctimas de violencia de género. Posicionar el concepto de feminicidio como consigna de lucha, y promover su uso jurídico al momento de dar cuenta de las múltiples formas de violencia de género que soportan las mujeres víctimas y de los múltiples agresores –directos y colaterales- que participan del hecho,   desmoralizando y ultrajando la integridad y autoestima de las mujeres en distintas instancias, constituye un desafío para el movimiento de mujeres en las calles, y ante futuras causas.
(*) Observatorio de Medios, Comunicación y Género, Centro de Comunicación y Género, FPyCS, UNLP.

La dimensión institucional de la violencia de género

(*) Por María Florencia Actis.
En el día de ayer, trascendió a través de los medios y redes sociales la brutal golpiza que una mujer sufrió en la comisaría 4ta. de Virreyes, en San Fernando, cuando fue a denunciar un caso de violencia de género perpetrado por su hermano. El hecho fue registrado con la cámara de un teléfono celular y el video, que evidenciaba la situación en que fue agredida y a sus dos agresores, circuló públicamente.
El hecho devino rápidamente en noticia por el nivel y tipo de violencia ejercida por parte del personal policial, y  el impacto visual causado por el soporte técnico. Vale aclarar, que las mujeres denunciantes de violencia de género padecen “normalmente” diversas formas de maltrato y revictimización en las comisarías.
A la circularidad inherente al llamado ciclo de la violencia de género al interior de las relaciones de pareja (“acumulación de tensión”, “explosión violenta”, “distanciamiento” y “reconciliación o luna de miel”), se le suma una dimensión de lo circular que involucra a agentes externos. El personal policial, judicial y hasta médico, lxs vecinxs, amigxs e incluso la familia, suele reproducir sentidos, roles, tratos propios del ciclo de violencia “interno” pero en otras instancias.
Se podría establecer una dialéctica de retroalimentación entre ambos círculos cuyo componente de violencia no se origina en el seno de la pareja, sino que es en la pareja que se configura y consolida un tipo de relación, en sintonía con relaciones de poder constitutivas a una cadena de instituciones y lógicas de funcionamiento social. Cuando el ciclo de violencia de género en el marco de una pareja exaspera y se vuelve inteligible, no encuentra respuesta en su entorno, en instituciones sociales donde todavía perduran concepciones misóginas, resabios del “algo habrán hecho”. En este sentido, la estructura dialéctica y los círculos de violencia, deben frenarse no sólo mediante mecanismos  ágiles de atención a las mujeres víctimas, sino también y principalmente, con prevención, transformando discursos y relaciones sociales instituidas, que suelen provocar maltrato físico y “denunciable”.
En el caso de los policías de San Fernando, la violencia y el abuso se manifiesta en su versión más cruda. La institución policial nuevamente protagonizando un hecho ilegal y déspota, que pone en juego no sólo la modalidad de apremio que emplea cotidianamente la policía contra lxs pobres que “habitan” las comisarías, sino la lectura que tiene de las mujeres, y de la violencia que soportan. Resulta fundamental comprender que no se trata del accionar aislado de dos policías, sino de un desconocimiento y una deslegitimación sistemática de la violencia de género como problemática de agenda, por parte de esta institución.  
Del mismo modo que lxs médicos en los hospitales públicos se niegan a asistir a una mujer que llega a la guardia con hemorragia luego de practicarse un aborto “clandestinamente”, estos hechos de violencia policial e institucional son en sí mismos, tipificables como violencia de género.
 (*) Centro de Comunicación y Género, FPyCS, UNLP. 

lunes, 2 de diciembre de 2013

Breve análisis de los incesantes femicidios

*Actis, María Florencia
La semana comienza con un nuevo femicidio. Esta vez, le tocó a una adolescente santafesina de 14 años. Su cuerpo - semidesnudo, violado y calcinado-, fue hallado en un campo de la localidad de Theobald, a 57 kmts de Rosario.
Al  doble femicidio de San Martín, en que un hombre de 49 años asesinó a su pareja y a la hija de ella, conocido en las últimas semanas, se le suma otro en que una mujer fue ahorcada por su ex el pasado lunes 25 de noviembre, luego de una calculada planificación y el impune anuncio de sus intenciones a través de las redes sociales.
El relato periodístico, puntualmente del diario Clarín, bajo el supuesto de objetividad, está narrado con la frivolidad de las pesquisas policiales. Las fuentes consultadas son, con exclusividad, las judiciales, reproduciendo las carátulas e interpretaciones propias de los funcionarios. Combinada a esta modalidad,  el abordaje presenta un eventual lenguaje sensiblero, “una carta manchada con sangre de Gioffre es una pieza clave”, “el hombre le propinó una feroz paliza a Analía”, “fue tras una fuerte discusión”.  
Al menos en la versión digital del medio, se observa una interrelación de los casos semanales  en un recuadro que se titula “Violencia de género”, y la inclusión del concepto de femicidio como titular de la nota de San Martín, aunque esta nomenclatura resulta aun exepcional. “Violencia de género” parece ser, y es, el denominador transversal y precursor de estos hechos; no obstante, queda claro que la violencia de género para el medio sólo es  alarmante cuando la mujer termina, como mínimo, hospitalizada. Asimismo, pareciera que la reproducción de fotografías, contenidos y titulos heretosexistas (“En los quirófanos, los cuerpos más pedidos”), que el medio incluye en secciones “de menor rango”, no se consideran manifestaciones de violencia de género. Los parámetros en que circunscriben el margen de agenciamiento de las mujeres – el hogar, la pareja, la maternidad, el cuidado de la imagen personal-, en correlación con otra serie de discursos sociales instituidos, constituyen los cimientos y justificativos que animan al varón a materializar la acción violenta.
Un ejemplo de esta concatenación entre discursos, prácticas y modalidades, fueron las repercusiones del conocido femicidio de Wanda Taddei. La reconstrucción mediática puso de relieve el componente emotivo dando lugar de relevancia a la versión del femicida, el músico Eduardo Vázquez. La tonalidad, las observaciones, las fuentes, las imágenes, las descripciones que han puesto en escena, posicionan el hecho en el seno de la opinión pública como un tema de interés general o particular, lo inscriben en una problemática social o en una situación aislada, delimitada en un tiempo. Quienes nos encargamos de llevar un registro más o menos sistematizado de los casos de violencia de género en los medios,  aseveramos que las características del accionar de Vázquez se han repetido en casos posteriores , extendiéndose la tendencia a “quemar mujeres”.  Sin ir más lejos, una mujer fue rociada con nafta y prendida fuego el pasado lunes 25 de noviembre en el barrio porteño de Bajo Flores,  sufriendo lesiones graves en el 30 por ciento de su cuerpo.
En síntesis, lo que se intenta patentizar es la responsabilidad de los agentes mediáticos, en tanto voces de incidencia pública, en la replicación de casos, y lógicas de funcionamiento de la violencia. El vínculo inter-personal de violencia es el último y más tangible eslabón de este círculo, y el femicidio su expresión más atroz, pero la conformación de condiciones para el ejercicio de relaciones violentas y desiguales entre los géneros, es alentada desde instituciones sociales, muchas veces, desde las mismas que dicen combatir su erradicación.  

*Observatorio de Medios, Comunicación y Género- Centro de Comunicación y Género.

martes, 26 de noviembre de 2013

Día de la no violencia de género

Por María Florencia Actis*

Desde hace 14 años, cada 25 de noviembre se lleva a cabo oficialmente el día de la no violencia contra las mujeres, luego de que la Asamblea General de Naciones Unidas así lo dispusiese, en conmemoración de los asesinatos perpetrados por la dictadura de Rafael Trujillo en perjuicio de las hermanas Patria, Minerva y Santa Teresa Mirabal, en 1960.

Porque las consignas se sitúan y actualizan conforme a las condiciones sociales  espaciotemporales, la lucha que sale a las calles hoy y congrega miles de mujeres en más de 80 países, se reconfigura como el día de la no violencia de género, nucleando no sólo las demandas de las mujeres, sino también las voces de otrxs sujtexs políticxs, brutal y cotidianamente violentadxs por el sistema patriarcal vigente.  

Como entiende y desarrolla Rita Segato en El Género en la Antropología y más allá de ella, “los géneros constituyen una emanación de posiciones en una estructura abstracta de relaciones fijada por la experiencia humana, acumulada en un tiempo muy largo, que se confunde con el tiempo filogenético de la especie; estructura que impone al mundo una ordenación jerárquica, y contiene la simiente de las relaciones de poder en la sociedad”. Las configuraciones de poder que funda dicha estructura, y los significados que adjudica a cada género, organiza la desigualdad, normaliza el ejercicio de la violencia. En este sentido, el 25 de noviembre se posiciona como una instancia fértil donde intersectar denuncias y transparentar realidades marcadas por la violencia institucional y policial, por la discriminación e indiferencia social, en distintos escenarios públicos y privados.

Una de las banderas que encabeza las manifestaciones en el marco del 25 de noviembre a lo largo del continente, es la que exige aborto legal, seguro y gratuito. En nuestro país, puntualmente es tematizada en diferentes espacios estratégicos de decisión e incidencia política por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Libre, Seguro y Gratuito. También conocida como “campaña verde”, esta iniciativa federal surgida en 2005, sintetiza una correlación de fuerzas y esfuerzos entre organizaciones feministas, en muchísimos aspectos disímiles, una apuesta a una alianza pluridiversa.

 La necesidad de visibilizar con carácter prioritario la clandestinidad del aborto y su impacto en esta fecha, está vinculada a la necesidad de abrir el juego, y abandonar la idea no menos equivocada que unidireccional, de que la violencia de género es la violencia física que ejerce un varón sobre una mujer en el contexto de una relación, o ex relación, sexo-afectiva. También es violencia de género cuando los gobiernos niegan, por acción u omisión, a través de las instituciones del Estado, derechos a las mujeres, soberanía sobre sus cuerpos, y se redimen responsabilidades políticas a la hora de velar por sus vidas. Esta modalidad de violencia instituida, constituye una deuda crucial de las democracias latinoamericanas.

 A tan sólo un día de que alrededor de 20 mil mujeres se reúnan en la localidad de San Juan en el XXVIII Encuentro Nacional de Mujeres, este 25 de noviembre encontró a las mujeres y a todxs aquellxs sujetxs movilizadxs contra de las violencias patriarcales en el espacio público nuevamente, con más ímpetu y formas organizativas de cara a sus reclamos, históricos y emergentes.


*Observatorio de Medios, Comunicación y Género, Centro de Comunicación y Género. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Sobre la elección de Miss Latinoamérica Trans

Por María Florencia Actis*

Esta noche, a las 21 hs, se llevará a cabo en el Teatro Bar de calle 43 entre 7 y 8, el concurso de belleza de trascendencia internacional Miss Latinoamérica Trans, promovida por la Asociación Civil OTrans La Plata, constituyendo la primer convocatoria a nivel local.

Como es de público conocimiento, el popular certamen y el título de Miss Universo, surge y perdura desde los años ’50, como la manifestación sublime de la belleza femenina, personificada en una mujer. Jactándose de evaluar la belleza integralmente, y no acotada al aspecto físico, este evento fue y continúa siendo altamente cuestionado, sobre todo por organizaciones y colectivos del feminismo, por reproducir cánones de belleza restrictivos, productores de estereotipos y de múltiples discriminaciones. Ante todo, atribuye el significado de lo bello exclusivamente a la mujer blanca portadora de una imagen esbelta. A partir de un acuerdo firmado entre la Miss Universe Organization y la Alianza contra la Difamación de Gays y Lesbianas de Estados Unidos, en 2012 se pusieron en discusión las bases del concurso donde se establecía que las aspirantes debían ser nacidas mujeres.

Más allá de la necesidad de relativizar la idea de mujer, comprenderla como categoría contingente y revisar los estatutos que configuran la “personalidad femenina”, también es importante repensar por qué la femeneidad y sus características constitutivas son patrimonio de la identidad “mujer”. El heterosexismo destina de manera privativa sensibilidad, afectuosidad, elegancia, sexappeal, prolijidad para las “nacidas” mujeres. El varón feminizado, las personas trans y las mujeres que reniegan de los mandatos, se definan lesbianas o no, son concebidxs como disidencias respecto del universal varón y mujer, relegadxs al estigma o la compasión de la sociedad.

Otro punto discutible está orientado a la reflexión que insta Néstor Perlongher en “La desaparición de la homosexualidad”, en donde describe el adormecimiento de la fiesta del apogeo que produjo la salida de la homosexualidad a la escena pública, y su posterior normalización. Analogando, vale leer la inserción, no sólo de los cuerpos trans sino de todos los cuerpos,  dentro de los estándares femeninos que proponen los concursos de belleza en clave de operaciones de violencia simbólica, y los costos políticos que conlleva.

Por otro lado, OTrans interpreta al concurso como un nuevo y estratégico escenario desde el cual disputar lugares de reconocimiento y equidad de derechos para la comunidad lgtb. “El certamen es la excusa para dar cuenta del sentido más político de las diferentes realidades que atraviesa la comunidad trans latinoamericana, sin eludir el carácter celebratorio por las conquistas logradas".


* Laboratorio de Comunicación y Género, FPyCS.